Lo más terrible sucedió. Todo se rompió. Después de tantos
meses, volví a ver mis manos en aquella tarde azul. Los
flamencos danzaban.
Se aprende, en el pueblito, a caminar despacio. Se aprende a
hablar con las estrellas, con los muertos. Escucha, cierra los
ojos. Es la piedra que puse entre tus manos.
La muerte de un padre se parece al viento de la noche: canta
frente a una puerta que insiste en permanecer cerrada. Su
recuerdo tiene el movimiento de los heridos por error. La
muerte de un hermano, en cambio, es más luminosa. Se
parece a un pájaro que nadie ve, pero al que todos regresan,
allí, donde los niños inventan finales como flores.
En cada rezo, mis manos no tienen dueño. No hay, fuera
de ellas, una conspiración. Nos llevará varios siglos de
distracciones pero, al final, pondremos la atención en las
sombras. Dios es una palabra y el argumento termina aquí,
donde el viento tajea.
PRÓLOGO
La poesía de Jorge Curinao dispara directamente a nuestra capacidad de encontrar el quiebre en la realidad que circunda y agobia. Ajena a cualquier artificio retórico o exceso decorativo de cualquier tipo, cifra su complejidad en el mundo de sentidos que genera en el lector, a partir de un equilibrio sustentado en lo conceptual y lo sonoro. Con un lenguaje simple pero certero, heredero a fuerza de lecturas de las grandes tradiciones literarias, Curinao perfila en Otros animales la conciencia del hombre singular que posee, en su palabra, el don de la permanencia. Muerte, niñez, lejanía: todo confluye en la construcción literaria de este joven poeta santacruceño.
Insiste en el signo de lo breve. Sin embargo, a diferencia de sus trabajos anteriores, encontramos aquí poemas más extensos y prosados, cuya lectura implica a veces una fisura entre lo que debería decirse y lo que efectivamente se dice. No hay complacencias, no las espere el lector. Es la de Curinao una poética de la anécdota, del hogar de la infancia: de allí su compromiso de no bastardear el lenguaje, de allí el desafío de “roer hasta el hueso” en un tono familiar, sin alardes, para intensificar la palabra hasta lograr la transmisión de un humanismo medular, de una experiencia profundamente vital que entiende –en palabras de Graciela Cros- que “algo se quiebra, se diluye o rompe cuando (…) el poeta sabe que eso que dice no sangra”.
Provocadores de una comunicación profunda, los versos ponen al descubierto un plano pictórico posibilitado por esta nueva extensión. En este sentido, es el recuerdo el sema vertebrador entre sonido e imagen. El que enuncia es un yo parado en su presente, que puede caer en retrospectiva para salvar desde el ayer lo nutricio de las lágrimas y la memoria. El tiempo deja de ser físico, cronométrico, y se transforma en dimensión interior y subjetiva: “llegará en pedacitos”. Por ello, la infancia es un manojo de estampas que aparecen para reactualizar las vivencias y continuar el andar zigzagueante o girar en el vacío. Todo es posible.
La cotidianeidad fluye tanto como la muerte en estos poemas, con el mismo impulso y naturalidad, y la palabra se constituye en un puente entre ambas. Despojadas de sacralidades o trascendencias, nuevamente es el recuerdo el espacio en que convergen, sacudido de las ceremonias inútiles. En la terrible conciencia de lo etéreo y la finitud, de la muerte como única certeza, el poeta apuesta por el lenguaje como vehículo de traspaso entre los umbrales. El decir funda lo que permanece, a pesar de todo.
No hay títulos que orienten la interpretación de los textos o instauren focos de atención. Apenas un débil ordenamiento numérico permite al lector abismarse en el sentido de la composición, emerger de allí y volver para respirar a bocanadas. La comunicación está dada desde andamiajes residentes exclusivamente en el interior conceptual de los poemas, y en su sonoridad. Nada sobra. En el retaceo está la clave de lo que se comunica.
Jorge Curinao, una vez más, apuesta a la diversidad poética de calidad. Despegado estéticamente de cualquier obligatoriedad regional, se consolida como un referente ineludible de la poesía en Santa Cruz. Los temas más humanos, y por lo mismo más universales, atraviesan su obra con fraseo propio, con su verbo tajeado.
Éste es Otros animales, su más reciente creación poética. Sepa el lector adentrarse en ella y asumir el desafío de la co-construcción del sentido, de completar la dimensión poética del texto, tal como lo desea su autor. Atrévase a ser interpelado por un lenguaje desnudo y directo que busca una nueva manera de decir la subjetividad. Sea cómplice del vértigo. Y disfrute.
Por Patricia Vega.
En 2007, representó a la
provincia de Santa Cruz en la
XXXIII edición de la Feria Internacional
del Libro de Buenos Aires.
Posteriormente publicó Plegarias del humo (2009), Cactus (2010), Nadando (2012) y Otros animales (2014).
En 2010, algunos de sus poemas
fueron incluidos en Peces del desierto,
plaqueta literaria que reúne a poetas y artistas de la Patagonia argentina.
Desde 2012 se desempeña en el
Departamento de Capacitación Interna del municipio local, coordinando talleres
de redacción.
LIBROS PUBLICADOS
Sábanas de viento (2006)
Plegarias del humo (2009)
Cactus (2010)
Nadando (2012)
Otros animales (2014)
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