sábado, 8 de junio de 2024

 Mi médica me prescribió romper el sedentarismo.

Una piedra de jade verde guatemalteco se rompe.
Una ola del caribe italiano se rompe.

Un corazón joven se rompe y uno viejo
también.
Un amor de toda la vida se rompe.
Una taza de cerámica de Puebla se rompe.
Una rama cargada de nieve se rompe.
Un molino de los campos manchegos se rompe.
Una estrella fugaz se rompe
antes
de que la veas desaparecer.
Un huevo de gallina Dominique se rompe
y uno de gallina de Guinea también.
Una ilusión tardía se rompe y una temprana también.
Un balcón de La Casa Batlló de Gaudí se rompe.
Un auto ploteado con
la cara de Eva y Cristina se rompe.
La hoja en la que escribí una carta
que no quería enviar
se rompe.
Un certificado de defunción se rompe.
Un cadáver se rompe.
Los huesos se rompen.
La vértebra que sufre fractura espontánea
se rompe.
La pasión se rompe.
El sexo se rompe.
La vida se rompe.
Y el sedentarismo, ¿se rompe?
¿Cómo se rompe?
Caminando bajo el cielo muy celeste
con 10 grados bajo cero
y tanta ropa que apenas puedo moverme
parece que se rompe.
Debería usar ropa técnica, me dicen los expertos,
ropa técnica, una segunda piel,
liviana, que conserva el calor del cuerpo,
pero soy antigua, cuando nací sólo existía la radio,
debe ser por eso que no me atrae
vestirme con ropa técnica cuando
sólo quiero caminar al paso de una tranquila
oveja ramoneando.
Ahora en el cielo
vuelan como pájaros de colores
las velas de los parapentes.
Un jardinero corta un cerco.
Yo camino.
¿Estaremos rompiendo el sedentarismo?
¡Hurra! como dice Gelman,
¡por fin ninguno es inocente!
Siguiendo con el tema, pregunto,
el color azul, ¿se rompe?
Ah, ¡qué color más literario el azul!
Durante muchos años no soportaba verlo
en un poema
y tampoco me permitía escribirlo,
ahora escribo la palabra azul y la palabra alma
sin que me tiemble el pulso, cosas de la edad,
libertades que una se da.
El azul ultramar de lapislázuli que importaban los
egipcios desde las montañas de Afganistán
se rompe.
El azul oscuro del cielo de los cuervos sobre el trigo
de Van Gogh se rompe.
El azul que Rimbaud dice es el color de la vocal “o”
se rompe.
El cristal azul de Murano, provincia de Venecia, y
también el de Torcello y Burano
se rompen.
La casa azul de Frida Kahlo en Coyoacán
se rompe.
El azul pluma de pavo real como Paul Bowles describe
al océano frente a la costa de Tánger,
se rompe.
El azul de El cielo protector se rompe.
El azul Francia de una camisa londinense de paño fino
se rompe.
Muchas cosas se rompen según erl ojo que las mira
pero el color azul no se rompe.
¿Y el poeta se rompe?
Sí, el poeta se rompe más fácil que nadie,
que el sedentarismo y cualquier otra cosa
considerada frágil.
Simone de Beauvoir escribió “La mujer rota”
entonces
si yo le creo a Simone, como le creo,
quiere decir que los hombres no se rompen
y las mujeres sí.
Yo pienso que los hombres también se rompen
pero se rompen más las mujeres,
huellas del patriarcado.
La vajilla de porcelana que mi padre le regaló a mi
madre cuando se casaron
se rompe.
Las uñas, ¡se rompen! Muy fácilmente si uno lava
los platos, se estresa o hace jardín.
La paz la alegría el bienestar se rompen, a veces sin
que uno haga algo que lo provoque.
Una promesa un juramento un pacto un acuerdo
se rompen.
El bosque se rompe.
La selva se rompe.
El árbol se rompe.
El planeta se rompe.
La palabra se rompe.
El poeta se rompe.
El sedentarismo se rompe.
Todo parece estar hecho para romperse
pero anoten
y como yo, respiren aliviados:
la poesía y el color azul no se rompen.
de "El trébol africano", La Ballesta Magnífica, 2023.
• Algunas de las referencias al color azul se inspiran en “Los colores primarios” de Alexander Theroux, texto del taller Rizoma- Laboratorio de Poéticas- dictado por Marisa Negri y Alejandra Correa.

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