jueves, 29 de octubre de 2009

Los animales que sufren


No puedo mirar a mi perra enferma

sin recordar la cara /el rostro/ de mi padre.

Hay algo en los ojos del que sufre

que me remite a él.


Operaron a mi perra.

Tenía un tumor debajo del ojo

y estaba creciendo demasiado.

Regresó de la veterinaria confundida y torpe

metida la cabeza en un balde de plástico

-cuello isabelino de país periférico-.

Ahora choca contra los marcos, los muebles, las paredes

después /aturdida/ clava el balde en el piso y se aquieta.

No está ciega pero el pseudo cuello isabelino le impide

ver bien

entonces

prefiere

detenerse.

En sus últimos días mi padre tampoco veía bien

aunque su vista era excelente.

La diferencia con mi perra es que él no se detenía.

Durante largas horas ahuyentaba alimañas metidas en su cama

o echaba de su cuarto a desconocidos que buscaban hacerle compañía.

Una noche dijo: -Me estoy volviendo loco.

Lo consolé como pude

pero era cierto

y los dos lo sabíamos.

Por eso no quiero mirar a mi perra.

Los animales que sufren

se parecen.




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