No puedo mirar a mi perra enferma
sin recordar la cara /el rostro/ de mi padre.
Hay algo en los ojos del que sufre
que me remite a él.
y estaba creciendo demasiado.
Regresó de la veterinaria confundida y torpe
metida la cabeza en un balde de plástico
Ahora choca contra los marcos, los muebles, las paredes
después /aturdida/ clava el balde en el piso y se aquieta.
No está ciega pero el pseudo cuello isabelino le impide
ver bien
entonces
prefiere
detenerse.
En sus últimos días mi padre tampoco veía bien
aunque su vista era excelente.
La diferencia con mi perra es que él no se detenía.
Durante largas horas ahuyentaba alimañas metidas en su cama
o echaba de su cuarto a desconocidos que buscaban hacerle compañía.
Una noche dijo: -Me estoy volviendo loco.
Lo consolé como pude
pero era cierto
y los dos lo sabíamos.
Por eso no quiero mirar a mi perra.
Los animales que sufren
se parecen.
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