domingo, 24 de mayo de 2009

Hugo Padeletti (Alcorta, Santa Fe, 1928)








CANCIÓN DE VIEJO

1
Ya no quiero quedarme.
La amarilla
retama se desecha

donde cava el gusano
y la hormiga cosecha.
Granadas

desistidas
ofenden con su entraña
a la sombra vestida.

Me voy,
el polvo de oro
es mugre envanecida

que, con brillo prestado,
miente lujo.
Cercado

por la sombra,
cruzado
por un tajo,
en mortaja
de sangre
me arrebujo.




7

No tengo consistencia:
Lo que he sido
_en este vago vaho enrarecido_

Me desafía, mío,
pero sesgado. A veces
me apuñalan cardúmenes de peces

y floto ahogado.
Cunde la cigarra
en la siesta oprimente, que resisto,

mas de verde me visto
porque el romero en la maceta existe.
Soy del temple del tiempo:

La veleta
de la torre me cubre de amaranto,
me motea de lila y de violeta,

me deja en blanco.
Tarde he desistido
de ser lo sido,
nada
de todo espero,
pero, víscera al fin,

muriendo impero.



FÁBULA

Qué pueden prometernos las vetustas
murallas,
la sumisión, el lento
tenerse de las ruinas?


Yo las veía siempre desde adentro
hasta que en mí la abeja, despertándose,
dijo:
-“Esta miel no es la miel”-
y desertó
de las flores con nombre.



Pero al dejar atrás los colmenares
tasados
(donde el árbol demuestra su razón
en el mango del hacha)


se perdió por el mar, el sumergido
pensamiento del mar
y las mareas
del sentido.



¿QUÉ CALOR PREFERIR EN LOS DESIERTOS DEL POLVO?
 
¿Qué calor preferir en los desiertos
del polvo?

¿El del hambre del tigre
o el de la sangre del cordero?

En la caliente piel
bermeja, en la oculta
porosidad, la pulga prolifera.

¿Qué prolifera, ávido, en la escama
del corazón?

Donde vuelca el verano
los humores usados,
el leopardo reanuda
su vaivén, la pereza
se cuelga de una rama.

Y el guacamayo rojo, en su manto
de sagrado esplendor,
arroja su excremento,
para la resurrección de los muertos,
el ciclo del carbono.



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